Recuerdo que mi cuñado me contó una historia una vez. Unos amigos suyos iban a tener un bebé y quería regalarles algo especial y único. Se le ocurrió la idea de comprar un peluche, a quien bautizó como Leo, y llevarlo consigo a todos sus viajes (por aquel entonces viajaba mucho por trabajo). En estos viajes fotografiaba a Leo en los lugares más especiales que iba descubriendo. Poco a poco fue elaborando un álbum de fotos. Tardó un año en conseguir su propósito, pero finalmente pudo regalarle a ese niño el peluche y con él, un álbum de fotos con todos los lugares donde Leo había estado.
Esta idea de regalo me caló muy hondo y fue de donde nació la idea de crear a Macetoñín, con el fin no solo de crear un álbum de fotos sino de darle vida y enseñarle mundo. Todo ello con la ilusión de algún día poder contar su historia y crear su propio cuento lleno de aventuras y valores que poder trasmitir a mis propios hijos.
Así fue como Macetoñin, el macetoño viajero, se echó la mochila y el saco de dormir a la espalda y empezó a vivir sus aventuras.
A día de hoy, Macetoñín ya es de la familia y viaja siempre con nosotros. Pero, con el tiempo, hemos ido pintando nuevos macetoños viajeros con nuevas historias que contar. Estos pequeños necesitan que les pongan un nombre y les muestren el mundo.